Hace poco más de una semana que se apagó la llama paralímpica en Tokio. Finalizaban así unos Juegos muy exitosos para el Equipo Paralímpico Español, pero muy diferentes para cualquiera de los deportistas o periodistas que estábamos presentes en el Estadio Olímpico de la capital nipona.
Era uno de los pocos privilegiados que pude acceder a ver la ceremonia de clausura donde desfiló portando la bandera española Marta Fernández, una de las grandes estrellas del Equipo Paralímpico Español al conseguir tres medallas (oro, plata y bronce) en natación. Terminaban así veinte días de emociones: de alegrías y tristezas, de risas y lágrimas, de victorias y derrotas, de calor y frío. Todo con enorme intensidad, como cuando te subes a una montaña rusa.
A la emoción de poder viajar a cubrir el evento más importante del deporte paralímpico a nivel mundial se unía la incertidumbre y el nerviosismo en los días previos a coger el avión hasta Japón. Y es que la pandemia y la situación sanitaria obligaba a realizar tantas gestiones que a uno le acababan entrando dudas de si tenía todo correcto: dos PCR con resultado negativo; certificado de vacunación; plan de actividad diario aprobado con sedes a las que podía acceder; descarga de una aplicación para informar de tu estado de salud; y otra aplicación para informarte de si tienes algún contacto cercano que fuera positivo.
Ah, y lo más importante que casi pasa desapercibido: pasaporte, pre acreditación de los Juegos, dinero (yenes en este caso) y el ordenador con sus adaptadores para poder trabajar. Con todo ello y tras 20 horas de viaje más otras tres en el aeropuerto de Haneda (con test de saliva incluido), logré coger la maleta y, junto al resto de periodistas españoles que íbamos a informar en Tokio, llegar al hotel (primero en bus y luego en taxi individual) con éxito.
Allí comenzaron tres días de cuarentena en los que sólo podíamos salir 30 minutos para comprar comida o entregar el test de saliva diario, no sin antes apuntar en recepción la hora de salida-llegada y nuestro número de habitación. Un desayuno a base de lechuga y un trozo de salmón bastante plastificado, yogur y fruta en almíbar me esperaba en una caja de cartón todos los días al despertar, algo que no invitaba mucho a abrir el ojo.
Pronto llegó la inauguración de los Juegos. Empezaba lo bueno, aquello que ya había hecho en Turín ´06, Pekín ´08 o Londres ´12 (Río 2016 y Pyeongchang 2018 los cubrí en TVE): desplazarte a ver a nuestros deportistas españoles en todas las disciplinas en las que participaron; coger declaraciones después de la competición y darle a la tecla (creo que el ordenador ha hecho bastantes horas extra). Y como algunas sedes estaban relativamente cerca andando pues tocaba echarse la mochila a la espalda y patear parte de la ciudad, hasta el punto de que la primera semana anduve una media de 19 kilómetros diarios.
Las horas de soledad desayunando y cenando en la habitación se contrarrestaban viendo la capacidad de superación y esfuerzo de cualquiera de nuestros deportistas de élite. Sólo pensar en los 33º C y 85% de humedad que tuvieron que soportar los triatletas bien merecía un madrugón a las 5:30 horas para estar a su lado. Y escuchar el himno de tu país a 10.700 kilómetros de tu casa porque Susana Rodríguez y Sara Loehr habían conseguido la medalla de oro, compensaba la incomodidad de llevar la ropa calada toda la mañana (luego vino la ducha y un refresco con frutos secos para compensar la bajada de tensión).
Así fueron transcurriendo los días entre el judo, el tenis, el fútbol para ciegos, el tenis de mesa, atletismo, basket en silla o natación. Días en los que siempre caía una medalla y se sucedía la rapidez por informar a la sociedad española a través de las redes sociales, la web del Comité Paralímpico Español o la de la ONCE. Los grupos de WhatsApp echaban humo con fotos, videos, sonidos, textos... todos conocíamos la mecánica de trabajo y gracias al buen elenco de profesionales que conformábamos el operativo de información en www.paralimpicos.es logramos hacer una labor exquisita, más bien perfecta.
En mi retina se quedarán la medalla de plata de Sergio Ibáñez en judo, después de una decisión arbitral discutible que le hizo salir llorando del tatami; la medalla de bronce de Alejandro Sánchez Palomero en triatlón (fue el primer deportista paralímpico que conocí en el año 2004); o la medalla de plata de Miriam Martínez, un descubrimiento de persona, por encima de deportista, para mi: todo corazón, sonrisas, cariño y esfuerzo. Con ella me salté un poco el protocolo (llevaba más de catorce días en Tokio) para hacernos una foto tras recibir la medalla y entrevistarla: la ocasión lo merecía.
Tampoco olvidaré los pequeños sinsabores de la selección española de fútbol ciegos que por un gol no alcanzó las semifinales; el combate de Marta Arce en su lucha por la medalla de bronce; o la cara de tristeza de Álvaro Valera tras caer derrotado ante Gran Bretaña en un partido de tenis de mesa más que disputado y que le impidió alcanzar la final junto a su compañero inseparable, Jordi Morales. Al fin y al cabo, esto es deporte, pero elevado a la enésima potencia.
Pero por encima de todo me quedo con la experiencia vivida junto a un grupo de periodistas inigualable (faltaba Almudena que dio positivo dos días antes de viajar a Tokio y a la que eché de menos), sin rivalidades, donde las ganas de ayudar y generar buen rollo estaban muy por delante de todo lo demás. Así da gusto vivir unos Juegos Paralímpicos y disfrutar de esta montaña rusa llena de emociones que espero poder volver a experimentar dentro de tres años en París 2024.
Hoy arrancan los Juegos Paralímpicos de Tokio. Para mí supone cumplir una ilusión y hacer realidad las muchas ganas que tenia de verme en Japón.
Fue una sorpresa y algo inesperado que yo pudiera participar, y por eso estoy viviendo cada segundo de forma tan intensa.
Entrenar en Tokio está siendo algo duro porque como hay tanta humedad enseguida rompes a sudar, algo que es bastante tedioso porque tienes que estar todo el día secándote. Sin embargo, me ha llamado la atención que no hace tanto calor en cuanto a temperatura.
Justo ayer hemos podido pisar la pista por primera vez y es increíble porque hay muchísima gente de todos los países, de todos los colores y culturas.
Es “superbonito” ver a tanta gente diferente con discapacidad haciendo lo mismo, comprobando que hay algo único que nos une, que es el deporte.
Entrenar en la pista ha sido un poco locura por la cantidad de gente que hay, y más con mi resto visual. Tenemos que buscar espacios para dos, porque yo voy acompañada de mi guía Jonathan Orozco, y eso a veces es difícil.
Otra de las cosas que me ha llamado la atención son los pisos donde estamos alojados y las camas de cartón que son bastante curiosas aunque, si tengo que destacar algo por encima de lo demás es el comedor: el primer día que entré me quedé alucinada porque parece una nave industrial ya que tiene dos plantas y, al margen de la cantidad de deportistas que nos cruzamos, hay todo tipo de comida.
También hay que destacar la amabilidad de los japoneses porque siempre están con una sonrisa, te saludan incluso en español y son enormemente serviciales. Seguramente va en su cultura pero es muy llamativo cómo nos están tratando.
En el piso donde estoy somos siete deportistas y la verdad es que nos organizamos genial. Tenemos la suerte de llevarnos muy bien, algo que facilita nuestra convivencia, lo que considero que es muy importante porque pasamos muchas horas aquí.
Respecto al ambiente en la Villa todos los que ya han disfrutado de unos Juegos dicen que es diferente por el tema de la pandemia. No nos permiten juntarnos tanto, debemos llevar siempre la mascarilla y hay que tener especial cuidado. En cualquier caso conoces mucha gente y hablas con todo el mundo, lo que hace que se respire un ambiente deportivo precioso.
También es verdad que yo estoy aquí gracias a la pandemia, que me permitió tener un añito más de preparación y ser más madura a nivel competitivo, lo que ha permitido que me llegue antes el momento de debutar en unos Juegos Paralímpicos.
Ahora pondremos todo nuestro esfuerzo e ilusión en lograr competir al máximo y, con un poco de suerte, alcanzar buenos resultados. Las sensaciones son muy buenas y notamos detrás a toda España y a toda nuestra familia Paralímpica .
Cada año, cuando celebramos la gala ‘Buena Gente ONCE’ para reconocer a nuestros mejores vendedores y vendedoras, me planteo qué cualidades son las que hacen destacar a estos 22 hombres y mujeres tan diversos por edad, circunstancias personales o trayectoria profesional. Son personas con vidas muy diferentes pero que están unidas, sin embargo, por un hilo invisible que se teje en torno a valores como el respeto, la perseverancia, la solidaridad, la ilusión, la unión, la cercanía, el talento o el compromiso.
Son los valores ligados indisolublemente a la ONCE y que constituyen la esencia de esta casa desde hace más de 82 años. Y son precisamente nuestros 19.000 vendedores y vendedoras, nuestros centinelas de la ilusión quienes, de una forma más cercana y directa, trasladan estos valores a la ciudadanía. Lo hacen cada día en las calles y plazas de los pueblos y ciudades de España, repartiendo ilusión y recogiendo solidaridad. Ellos son nuestro punto de partida y de llegada, nuestra razón de ser.
2020 fue un año excepcional, muy duro, en el que tuvimos que enfrentarnos a una situación sin precedentes. A mediados de marzo nos vimos obligados a parar las ventas de nuestros productos de lotería responsable y a confinarnos en casa para protegernos de un virus que desgraciadamente ha golpeado a miles de familias, también a la nuestra. Fueron meses de incertidumbre, de enfrentarnos a una realidad que nunca antes habíamos conocido y a la que tuvimos que adaptarnos rápidamente.
El 15 de junio volvimos a salir a reconquistar las calles, a conectarnos de nuevo con nuestros clientes y con la sociedad en general. Y los agentes vendedores lo hicieron con entusiasmo, dedicación y trabajo renovados, demostrando que la valentía no consiste en no tener miedo, sino en superarlo y luchar por un proyecto común. Ese que nos ha guiado a las personas ciegas desde los inicios de la ONCE y al que nunca hemos renunciado: el de ser dueñas de nuestro propio destino.
Por ello, si en cada edición de los premios ‘Mejores Vendedores del Año’ se reconoce a personas luchadoras, entusiastas y entregadas a su trabajo, quizás este año con motivos más evidentes se ha premiado a 22 auténticos héroes y heroínas, ejemplos de lo que es mojar la camiseta, a veces con sudor, otras con lluvia, siempre con la dignidad y la satisfacción del trabajo bien hecho. Estas personas demuestran cada día que vender nuestro cupón y nuestras loterías responsables es mucho más que realizar una venta, algo más trascendente que una simple transacción.
Se trata de estar cerca de la gente, de escucharla, de compartir confidencias, consejos, palabras de ánimo. Cuánto tenemos que aprender de la calle, de las personas sencillas que nos encontramos cada día y que siempre han estado ahí, a nuestro lado. Que nos han echado de menos cuando no hemos estado y que nos han recibido con los brazos abiertos cuando hemos vuelto. La sociedad que nunca nos ha fallado y a la que nosotros tampoco queremos fallar.
Porque la calle nos permite renovar nuestra ilusión todos los días, haga viento o truene, con frío o calor. Y en estos más de 82 años de historia caben muchos días, tantos como las páginas de este libro llamado Grupo Social ONCE que todas las mañanas seguimos escribiendo.
Hacía referencia al inicio de estas líneas a los valores en los que destaca nuestra buena gente ONCE, nuestra gente buena, y me gustaría terminar añadiendo algunos adjetivos más, dedicados a estos 22 trabajadores y trabajadoras reconocidos como los mejores vendedores del año 2020 y que representan a toda nuestra red de agentes de venta.
Porque hablamos de personas inimitables, insustituibles e imprescindibles, para quienes la venta es su vida y que a su vez, con su trabajo, dan vida a esta gran familia que es la ONCE.
¿Qué más podría pedir un director general de cualquier institución?
Hoy les pedimos un esfuerzo de imaginación, que no es mayor del que han realizado unos estudiantes de entre 9 y 10 años. Supongan que viajamos en un tren de cercanías en el que el sonido del traqueteo habitual solo es interrumpido por la información de llegada de cada una de las estaciones, tras la tradicional fanfarria.. tin, ton, tin… En un momento dado, la locución habitual a dos voces dice: Próxima parada…Uso y abuso de la tecnología: correspondencia con… riesgo, ansiedad, insomnio, estrés, irritabilidad, violencia, fracaso escolar, ciberacoso, adicción, conflictos, adicción. Y un rato después: Próxima parada… Buen uso de la tecnología: correspondencia con … información, comunicación, trabajo cooperativo, universal, flexibilidad, inmediatez, cercanía, exito, innovación, conexión... ¿En cuál se bajan? Parece claro y no se puede explicar de una forma más rotunda. El buen uso de las tecnologías, especialmente por parte de los menores, conduce a la conexiÓN; el mal uso, nos aboca sin remedio a la adicción.
Esta idea, convertida en un extraordinario montaje sonoro, pertenece a alumnos de cuarto de primaria, entre 9 y 10 años, del colegio “Villalkor” de Alcorcón que, en apenas un minuto, han sabido resumir de una forma muy gráfica el motivo por el que han sido los ganadores absolutos en su categoría del 37 Concurso Escolar del Grupo Social ONCE entre más de 152.000 alumnos y alumnas de toda España y más de 2.200 docentes participantes.
De nuevo, los estudiantes nos han dado una lección sobre una temática que nos atañe a todos y, especialmente, a los más jóvenes: hacer un uso responsable de las nuevas tecnologías y no un abuso que puede conllevar riesgos y consecuencias no deseadas. Durante todo el curso, han trabajado en las aulas con un lema muy original: “ConexiÓN, AdicciOFF. Esto no es un juego”, y han puesto el dedo en la llaga con sus ideas y sus iniciativas.
La conexión es un beneficio enorme para la sociedad en general y para cada uno de los ciudadanos en particular; para los más pequeños, cada vez más acostumbrados a este tipo de soporte educativo, cultural, social; para el teletrabajo, como se ha demostrado en estos tiempos de pandemia que nos toca vivir; para las personas mayores, a quienes las nuevas tecnologías pueden ayudar mucho en su día a día; y para las personas con discapacidad, aquellos que lo tienen un poco más difícil y que claman para que Internet, las tecnologías y todos los desarrollos de la sociedad de la información y la comunicación en la que vivimos no les dejen otra vez fuera. Sería una barrera terrible y muy difícil de superar, al ritmo actual de la innovación y la evolución.
Y, ahí, el Concurso Escolar del Grupo Social ONCE, que alcanza su 37 edición, se ha convertido en un estimulador de conciencias, en un formador de futuros sobre temáticas sociales que afectan, y mucho, a la ciudadanía y que, bajo el prisma de los estudiantes encuentran soluciones extraordinarias que bien podrían ser aplicadas por el mundo educativo y/o político. Durante 37 años, más de cinco millones y medio de estudiantes españoles han trabajado con esta realidad atractiva y social del ya histórico y reconocido Concurso Escolar de la ONCE, en forma de prácticas que se incorporan a las aulas con el cariño de los profesores y profesoras que lo hacen posible y que, junto a sus alumnos, consiguen ideas extraordinarias y aprendizajes de vida más allá del currículum.
En esta edición, han participado un total de 152.292 estudiantes y 2.219 profesores de 1.684 centros educativos públicos, concertados y privados, desde Primaria hasta Bachillerato, además de Educación Especial y Formación Profesional. Todo un logro y, mejor aún, un gran trabajo de sensibilización que tendrá sus frutos. Lemas como “la tecnología te puede empujar a progresar pero nunca al vacío”; “Dale al pause, evita el game over”; un nuevo juego de “Pasapalabra” en el que las prácticas adictivas siempre pierden; o una llamada telefónica que aísla en vez de unir, son ejemplos bien rotundos salidos de las aulas de todos los territorios, de todas las esferas sociales, de todos los niños y niñas que, en estos momentos, se enfrentan a esta realidad, y a quienes tratamos de dotar de capacidades para ganarse el futuro.
El mismo futuro que se quieren ganar en Madrid a finales de junio, gracias al buen uso de las tecnologías, más de 285 millones de personas ciegas que mirarán a la capital de España para participar en la Cumbre Mundial de la CegueraWorld Blindness Summit Madrid 2021 (@WBSMadrid2021). Y sí, gracias al buen uso de las tecnologías, que van a conseguir que nos juntemos en Madrid, al menos de forma virtual, más de 1.500 personas ciegas o relacionadas con el entorno de la discapacidad visual de más de 120 países del mundo, para tratar los temas que nos importan: educación, accesibilidad, autonomía personal, empleo y, como no, tecnologías accesibles. Porque WBSMadrid2021 será un aldabonazo y elevará la voz de los ciegos para recordar que las tecnologías o son accesibles o no son nada, porque pierden la clave para la que nacieron: unir a las personas. Y en Madrid, vamos a unir mucho y a gritar muy alto, tanto como los chicos y chicas en las aulas, conexiÓN, conexiÓN, conexiÓN…para un futuro inclusivo y solidario para todos y todas, a buen seguro, gracias también a la tecnología.
La asignación tributaria del IRPF es un importante instrumento de la Política Social del Estado en beneficio de las personas en situación de vulnerabilidad. Cada año, al realizar la declaración de la renta, las personas contribuyentes, tenemos la opción de decidir el destino de una parte de nuestros impuestos que nos han sido retenidos a lo largo del año. En concreto nos permite destinar un 0,7% de la cuota íntegra y esto es muy importante, sin que nos cueste nada.
Al inicio de la pandemia de la COVID19, todo se paró. Sin embargo, gracias a las personas contribuyentes que marcaron la X Solidaria, las ONG se pusieron en marcha, aún más, para asistir a millones de personas que lo necesitaron. Cuando el riesgo de exclusión se multiplicó en nuestra sociedad, la acción por parte de las ONG también. Pero, desgraciadamente en 2021 la pandemia y la crisis continúan. Ante esta situación, una de las cosas que podemos hacer al realizar la declaración de la renta, es marcar la casilla 106 “Actividades de Interés Social” y ayudar así a millones de personas, porque como dice nuestro hashtag de este año, #ConTuXAvanzamos
Gracias a este sencillo gesto de marcar la casilla de la “X Solidaria” se pueden financiar programas que van dirigidos a las personas mayores, a las personas con discapacidad, a jóvenes, a mujeres, a las familias y a las personas migrantes, entre otros muchos. Son programas que, todos los años, atienden diferentes realidades concretas como puede ser la asistencia y el apoyo a personas mayores en centros de día o en sus domicilios; la ayuda a personas con discapacidad física, intelectual, así como a sus familias.
Desde que la Plataforma inició en 2002 esta campaña de sensibilización, hemos pasado de 6.887.666 declarantes que marcaban esta casilla a 11.527.920 en 2020. En este sentido, es importante que las personas que marcan exclusivamente la casilla de la Iglesia sepan que si además marcasen la casilla de Actividades de Interés Social estarían favoreciendo el desarrollo de proyectos sociales de ONG vinculadas a la Iglesia Católica que también gestionan proyectos en el marco de la convocatoria de subvenciones del IRPF.
Sin embargo, cuando la persona contribuyente deja la casilla en blanco el Gobierno destina este dinero a los Presupuestos Generales del Estado y las personas contribuyentes pierden la oportunidad de decidir libremente sobre el destino de ese 0,7% de sus impuestos y con ello, la posibilidad de apoyar proyectos sociales que ayudan a personas que lo necesitan.
Ahora lo fundamental es concienciar a la ciudadanía de que marcar la casilla “X Solidaria” es un gesto de compromiso y solidaridad con sus conciudadanas y conciudadanas que no cuesta nada, pero sí tiene un impacto directo en la vida de millones de personas que necesitan apoyo.
El compromiso de la ONCE es hacer realidad las ilusiones de miles de personas con discapacidad y de sus familias. Y todo ello (educación, empleo, accesibilidad, nuevas tecnologías, ocio, deporte...) lo logramos gracias a la solidaridad de la sociedad española que, día a día, año tras año, confía en nosotros, acercándose a los vendedores de la Organización y al resto de establecimientos autorizados para la venta de nuestros productos, conocedores de nuestra labor, sabiendo que, si nos necesita, en la ONCE y su Fundación, estaremos a su lado.
Y todo ello lo hacemos con la garantía de ser la única marca en España con el sello de Juego Responsable, con las certificaciones nacionales e internacionales más severas, y que sólo la ONCE ha alcanzado en el ámbito del juego, un aval más de la integridad de nuestra gestión.