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Entradas con Categorias Discapacidad .

Cuando hace cinco años y medio lancé la campaña “Soy sorda, no disminuida, aunque lo diga la Constitución”, en change.org, para reformar el artículo 49 de la Constitución, no pensé que fuera a tener el impacto que tuvo; que me llamarían para comparecer en la Comisión de Políticas Integrales de la Discapacidad de la Cámara Baja, y que presenciaría mucho tiempo después la votación de la reforma en el Pleno del Congreso, que se celebró en el Senado. Estaba nerviosa, lo confieso. Y no quería. Desde el principio he dicho que hasta que no lo vea publicado en el BOE, negro sobre blanco, no cantaré victoria. Pero estaba nerviosa. Además, el murmullo del hemiciclo subía hasta la tribuna y se escuchaba muy mal.

 

Todos y cada uno de los grupos parlamentarios fueron exponiendo sus razones para apoyar o no la reforma de este artículo, y llegó el momento de la votación. Fulanito de Tal, sí, Menganito de Cual, sí, Zutano de Tal Cual, no, sí, sí, sí, sí, no, sí… y aquello era eterno. ¡Qué votación más larga! Cuando el presidente de la cámara dio el resultado -312 de los 350 diputados del Congreso apoyaron la reforma del ya famoso artículo 49 de la Constitución- arranqué a aplaudir y a abrazar a todo el mundo. A mi amiga Carmen Arana, que vino expresamente desde Barcelona, a la gran Ana Peláez, a Luis Cayo, a mis compañeros de Servimedia, a Iñigo Alli y a Jordi Xuclà, que acudieron también a la votación; por abrazar, abracé hasta a la ujier que vigilaba que el público de la tribuna no se desmadrara y nos tuvo a raya toda la sesión. Fue a regañarme, y yo le di un abrazo y le dije: “No me regañe, mujer, que es un día histórico”.

Me salía una mezcla de risa y llanto, y un “no me lo puedo creer” a cada rato. Porque ha sido un camino largo, lleno de sinsabores, de ninguneos, de incomprensión, de mucha pedagogía de la discapacidad, y también repleto de las más de 80.000 firmas que recabó mi petición en change.org de gente maravillosa que me ha apoyado y ha difundido la campaña. Y en ese momento, pensé en todas esas personas que no dudaron en respaldar esta vieja reivindicación del CERMI, que había caído en el olvido hasta 2018.  Pensé también en Federico Mayor Zaragoza, padre del famoso artículo 49, que me escribió y me trasladó su apoyo a mi iniciativa y el subidón que su respaldo me dio. Conversar e intercambiar impresiones con él en persona fue un lujazo.

Las personas con discapacidad nunca más volveremos a ser disminuidas que necesitamos tratamiento y rehabilitación. Y yo he sido parte impulsora de ese cambio. Eso nadie me lo podrá quitar.  Ha sido un viaje largo y duro. Pero merece la alegría.

 

Vicky Bendito
Periodista
Trabajadora de Ilunion Comunicación
Activista de la #discapacidad

Categorias: Discapacidad

Tras una larga espera, por fin llego el día: el grupo de montaña de la ONCE Aragón afrontábamos con entusiasmo y muchísimas ganas el Barranco Os Lucas, en Orós Bajo (Huesca), en el pirenaico Valle del Tena. Desde hacía tiempo nos hacía mucha ilusión planificar esta salida a la montaña pero, por cuestiones coyunturales o por circunstancias personales no terminábamos de organizarla. Al final, cuadrando los calendarios y la disponibilidad de todos, lo conseguimos. Jorge, Jesús, Javi y yo, los miembros del equipo, acompañados por Dani, un voluntario de ONCE y montañero en sus ratos libres; Alberto, nuestro guía de montaña; y Luis, maestro de la ONCE y experto montañero emprendíamos la expedición.

 

Por fin llegó el día y, como cada vez que realizamos estas actividades, nos reunimos en la Delegación de Zaragoza cuando aún no había amanecido para emprender rumbo al Pirineo. A medio camino, hicimos la parada de rigor, para recoger a quienes viven cerca de la zona (ya en la provincia de Huesca) y tomar un breve desayuno mientras nos poníamos al día de los planes para la jornada. Nuevamente, nos pusimos en marcha y, al llegar a Orós, nuestros nervios fueron ya palpables. Cada vez íbamos hablando más, preguntando sobre el recorrido, los saltos, etc… Entonces, fue cuando conocimos a Dani, nuestro guía en el barranco y el encargado de darnos el material que nos haría falta (neopreno, arnés y casco).

 

Laura Moya probando el equipo de descenso en una paredNuestra impaciencia por comenzar nos hizo realizar la aproximación al Barranco Os Lucas a toda velocidad, ¡pese a que era cuesta arriba! Una vez en el inicio del barranco, nos colocamos el neopreno, arnés y casco y nos abrochamos bien nuestras botas de montaña pero, antes de empezar el descenso, escogimos una pared lateral para hacer un breve pero eficaz recordatorio de cómo rapelar manejando el ocho, cuerdas y mosquetones. Ahora sí, empezaba la aventura.

 

Iniciamos el barranco caminando por el cauce del río, donde tanto los guías como todos nosotros íbamos palpando el suelo con los pies, ya que el agua impedía ver las piedras del fondo y teníamos que ir salvando algún que otro escalón. Al poco de empezar llegamos a nuestro primer rapel y a nuestro esperado salto. Primero, preparamos las cuerdas y, mientras Dani, nuestro guía en el barranco, nos aseguraba desde arriba, Alberto nos esperaba en un saliente de la bajada, Luis nos aguardaba en la zona de salto y el otro Dani, nuestro voluntario, nos recogería en la poza de agua.

 

Uno de los miembros del equipo bajando por una cascada con la ayuda de un guíaFuimos escogiendo en qué orden íbamos a descender y repasando cuidadosamente los pasos más técnicos de esa primera bajada y así, nos dispusimos a bajar de uno en uno, primero rapelando por la cascada y, una vez que llegábamos a Luis, teniendo absoluta fe en su puntería para indicarnos hacia donde saltar. Unos tres o cuatro metros, pero… ¡qué tensión!

 

Recuerdo que mientras Luis me confirmaba que donde señalaba era lugar seguro y Alberto desde arriba me repetía: “como en el salto de longitud, ¡un paso y hacia arriba y adelante!”, mi cabeza solo pensaba: “cruzar los brazos, piernas ligeramente flexionadas y taparme la nariz, pero, ¿me va a dar tiempo a todo eso?”. Tan rápido flexioné las piernas que ¡menudo culetazo! Pero la verdad es que el salto nos llenó de energía, cuando llegábamos a la orilla después de nadar en la poza a la que habíamos caído no parábamos de comentar lo que habíamos sentido cada uno en el salto y de elucubrar con entusiasmo lo que encontraríamos en el resto del recorrido.

 

Continuamos descendiendo por el cauce del río y pasando por escalones que, en ocasiones, nos hacían poner culo al suelo para salvarlos con mayor seguridad y evitando resbalones. Mientras caminábamos nos acompañaba el olor a musgo, a piedra mojada y el sonido del agua formando ruidosos rápidos o suaves remansos y avanzando un poco más, llegamos… ¡al tobogán!

 

Laura descendiendo por el tobogán naturalAlgunos habíamos saltado en alguna que otra poza, pero ¿dejarnos resbalar en la piedra hasta llegar al agua? ¡Eso sí que era nuevo! Aquí no hacía falta ir asegurados con el ocho, las cuerdas y el arnés, sólo era necesario repasar la posición de seguridad para la bajada y disfrutar del viaje. Así que, primero, nuestro voluntario, Dani, nos esperaría en el agua para conducirnos a la orilla y, por último, los guías. Organizados ya, nos tiramos del tobogán de doce metros. Como no podía ser de otra forma, la concentración me duró el tiempo en el que me colocaba en la posición de bajada y me sujetaban por el arnés, después fue como volar. El deslizamiento era tan ligero que en el último tramo del tobogán mi cuerpo ya no rozaba la piedra y al instante, de lleno a la poza. En este punto a todos nos llegó el agua al cerebro, ya que era difícil advertir en qué momento debíamos soltar aire o taparnos la nariz, aun así, fue uno de los pasos más emocionantes del recorrido, una nueva sensación para todos.

 

Conforme íbamos avanzando por el cauce del río hacia el final del recorrido, íbamos comentando que se nos estaba haciendo muy corto… de hecho, a pocos pasos nos encontramos con nuestro último descenso, un rapel de 30 metros a la orilla de una impresionante cascada. Nuevamente los guías se colocaron en las posiciones estratégicas de la bajada: al inicio, dos puntos intermedios y al final, para irnos orientando en todo momento. Uno a uno fuimos rapelando: soltando poco a poco la cuerda, dando pasos hacia abajo en la pared vertical y siempre acompañados a nuestra izquierda por la cascada.

 

Laura descendiendo la cascadaMi descenso fue suave y relajado, me gustaba sentir la cascada tan cerca, incluso jugar a entrar en ella y que me mojase parcialmente. Me servía de referencia sonora en el camino y, al mismo tiempo, su sonido desprendía tranquilidad y cierto frescor, así que me lo tomé con calma. Cuando llegué a la última poza, donde Dani me guio hasta la orilla, me encontré con Jorge, que había sido el primero en realizar ese descenso, y allí hablamos de lo emocionante que había sido el recorrido y lo corto que se nos había hecho, además de la suerte que tuvimos de contar con cuatro guías que nos habían dado apoyo a cada uno de los afiliados en el recorrido, lo que es realmente importante en una actividad de montaña tan técnica.

 

Poco a poco nos reunimos en el final del Barranco Os Lucas y realizamos el trayecto de vuelta a Orós charlando sobre esta experiencia. La conclusión fue que nos encantó… los rapeles, el salto, el tobogán… todas las nuevas sensaciones que habíamos experimentado, pero, sobre todo, compartir una jornada tan agradable y divertida juntos. A nosotros se nos hizo muy corto, pero, la verdad es que llegamos tarde a que nos pudieran dar de comer en algún sitio, así que sacamos lo que llevábamos para picar y, a modo de improvisado picnic, nos comenzamos a ilusionar con las posibles nuevas salidas a la montaña. ¡Aquí tienes nuestra experiencia completa!

 

Hasta la próxima!

 

Laura Moya
Miembro del equipo de montaña ONCE Aragón

Categorias: Discapacidad Deporte

“Estas líneas quieren poner de relieve lo que somos en el Grupo Social ONCE. Para mostrar, en definitiva, qué es y cómo actúa este modelo social y económico único en el mundo, con el que tratamos de incorporar a la realidad social a muchas personas con discapacidad (y muchas sin discapacidad), que lo tienen más difícil. De la vulnerabilidad a la oportunidad, una extraordinaria palabra de once letras. Del miedo a la certidumbre, de nuevo once letras. Tratando de transformar vidas para mejor, como hemos hecho ya durante casi 85 años y, todo, realizado desde la fiabilidad, la solvencia y la determinación de cuantos componemos esta gran familia de so-li-da-ri-dad (sí, también once letras).

 

Dos trabajadores de Ilunion, uno de ellos con un implante coclear, charlando junto a una máquina expendedoraEl Grupo Social ONCE es más que la suma de ONCE, Fundación ONCE e Ilunion: somos personas que trabajan en equipo con un compromiso continuo con la sociedad, con todos y cada uno de los ciudadanos para, desde la humildad y la realidad que nos toca vivir, tratar de impulsar sociedades más justas e inclusivas. Y todo se lo debemos a esos ciudadanos que se fían de nosotros, y con los que tenemos un pacto, un acuerdo de cooperación (once letras) no firmado en ningún documento, pero sí apoyado en un apretón de manos, en un “muchas gracias y mucha suerte”, en una confianza generada cada día en todos nuestros ámbitos de acción.

 

Las personas son nuestra inspiración (once letras) y miramos con perspectiva al futuro que queremos ganarnos cada día. Los datos de este Informe de Valor Compartido Grupo Social ONCE 2022 no dejan lugar a la duda y son la demostración de que es posible combinar el compromiso adquirido con la sociedad y con todas las personas, con un modelo de rentabilidad económica, rentabilidad social y estabilidad institucional de presente y futuro; que es posible un modelo que se basa, esencialmente, en el retorno social, en devolver a la ciudadanía hasta el último euro de lo que recibimos de ella, multiplicado por empleo, formación, educación, accesibilidad, tecnología, innovación, autonomía, inclusión…oportunidades de vida. 

 

Dos jugadores de tenis en silla de ruedasEste informe muestra el compromiso de retorno social absoluto de toda nuestra actividad. Muestra lo que somos y lo que queremos ser; la forma en que salimos cada día a pie de calle a ganarnos nuestro futuro y a compartirlo con todos y todas. En la seguridad de que la única forma de seguir haciéndolo es garantizar la sostenibilidad económica de nuestro modelo social.”

Categorias: Discapacidad Educación y empleo Institucional

Por fin, tras muchos años deseando asistir, llegó el momento. Nos sentimos como unos niños pequeños cuando se les permite sentarse en “la mesa de los mayores”. No fue hasta llegar al cuarto año de carrera de fisioterapia, en la Escuela Universitaria de Fisioterapia de la ONCE (EUF ONCE), cuando nos permitieron acudir a nuestras primeras jornadas de fisioterapia y, desde entonces, no hemos dejado de asistir.

Este año las jornadas trataron sobre la Fisioterapia en el Dolor Craneofacial, donde se abordaron temas como su valoración y diagnóstico, sus posibles orígenes y el manejo del dolor craneofacial. Además, tuvimos la oportunidad de participar en diferentes talleres sobre el tema. Fue una experiencia muy enriquecedora, pues tuvimos la oportunidad de escuchar y presenciar distintas ponencias de autores e investigadores de renombre en el campo de la ciencia y la fisioterapia, como Mariano Rocabado, Harry Von Piekartz, Juan Mesa, César Fernández de las Peñas, Roy La Touche, Eduardo Zamorano, Jan Dommerholt e Iñaki Pastor entre otros. Muchos de ellos eran ya conocidos para nosotros ya que nuestros profesores los mencionaban a la hora de enseñarnos lo más actual en el entorno de la evidencia científica.

Tanto mi compañero, José María, como yo, comenzamos juntos la carrera de fisioterapia en la EUF de la ONCE. Recordamos, con mucha nostalgia y cariño, los años transcurridos durante la formación. En mi caso, recuerdo sentirme muy perdida, incluso asustada. Me habían diagnosticado hace poquito un trastorno degenerativo de mácula (Enfermedad de Stargardt) a los 26 años. Estaba recién afiliada a la ONCE y desconocía por completo su organización más allá de la venta de cupones y algunas obras solidarias. Me costó horrores (a día de hoy, todavía tengo mis momentos) ir adaptándome poco a poco a mi nueva situación. Me encantaba escribir, dibujar, pintar… pero cada vez, estas actividades se me iban complicando. Tuve que dejar de conducir, dejar mi antiguo empleo como técnico de laboratorio biomédico, dejar ciertos hobbies que precisaban visión fina, dejé de salir tan a menudo porque me daba miedo y vergüenza no reconocer a gente conocida y, por supuesto, dejar mi idea de estudiar biología. Fue entonces cuando la ONCE me aconsejó estudiar fisioterapia. “¿Fisioterapia?” pensé, “bueno, tiene algo de biología, vamos a probar, qué otra cosa puedo hacer”. 

Clase de la Escuela Universitaria de Fisioterpia de la ONCE Reconozco que, al principio, estaba deseando que me dijeran que había sido un error, que el diagnóstico estaba mal y recuperaría mi vista, volvería a conducir, a pintar, al laboratorio…Pero mientras iba profundizando en la ONCE y, concretamente, en la Escuela de Fisioterapia, me iba cautivando. Realmente me sentí como en “otro mundo”, un mundo donde no estaba tan expuesta a juicios por un físico o apariencia, donde sentía que se valoraban otros aspectos de la vida. Estaba descubriendo la otra cara de un mundo superficial. La fisioterapia no era la profesión que había pensado para mí, pero me empezó a gustar más de lo que me esperaba. Efectivamente tiene mucha biología, fisiología y, el saber que podría ayudar a otras personas fue una enorme motivación para dedicarme a ello. Además, en la escuela tuve una muy buena acogida. Al ser una universidad pequeña, el trato con compañeros y profesores suele ser más personal. Las clases, habitualmente, son de 15 personas, en comparación con las clases de más de 100 personas en otras universidades, por lo que se vuelven más “individualizadas”, como clases particulares. 

Es realmente un privilegio, un lujo, el poder ser parte de esta escuela. Tanto los profesores como el resto del equipo que la forman son unos profesionales excepcionales, además de unas grandes personas. Siempre están con una sonrisa y dispuestos a ayudar en lo que haga falta. Recuerdo que mi curso fue especialmente “agotador” para los profesores ya que hasta que algo no nos quedase completamente claro, abordábamos al profesor con multitud de preguntas y, aun así, siempre nos respondían con gran amabilidad y nos dedicaban el tiempo que hiciera falta.  

Una de las charlas de la Jornadas de Dolor Cranoencefal de la EUFYa en la recta final, pudimos experimentar la posibilidad de responsabilizarnos del trato a pacientes, así como de perfilar y mejorar nuestras dotes como futuros fisioterapeutas. En cuanto finalizamos la carrera, nos fue realmente fácil encontrar un trabajo. Nos sorprendió, sobre todo, lo sencillo que resultaba adaptarse en otros entornos, tanto fuera como dentro de ONCE, y la seguridad con la que trabajábamos. Fue, en estos momentos, cuando te das cuenta de la enorme suerte de haber estudiado en esta escuela. Estamos muy agradecidos con la EUF de la ONCE porque no solo te enseñan una profesión maravillosa, sino que te enseña a crecer como persona.

Gracias a las jornadas que organiza la ONCE, nos vamos actualizando año tras año, pues la fisioterapia es un campo en constante crecimiento. Surgen nuevas técnicas de valoración y tratamiento, nuevos diagnósticos y estamos aprendiendo a  abordar la fisioterapia desde un trabajo multidisciplinar.

Sandra González Escribano
Estudiante y becaria de investigación 
de la Escuela Universitaria de Fisioterapia de la ONCE

Categorias: Discapacidad Educación y empleo Educación

La riqueza de Potosí -ciudad del suroeste de Bolivia- es tan legendaria que, a la palabra que la designa, le ha valido para trascender de mero topónimo hasta aparecer en el Diccionario de la Lengua Española con voz propia, equivalente a “riqueza extraordinaria”. De ahí la expresión “valer un potosí”, que quizá usted le haya dedicado a alguien o haya escuchado en alguna ocasión.  La causa de esta opulencia se erige, robusta y evidente, en el horizonte de Potosí: la montaña perteneciente a la Cordillera de los Andes y que se eleva 4.800 metros sobre el nivel del mar llamada Cerro Rico (nótese que no se abandona el campo semántico de la abundancia). Su color rojizo revela la gran variedad de metales preciosos que se han arrancado de sus entrañas desde hace siglos. De hecho, se calcula que el 80% de la plata mundial ha salido de Potosí. Y sigue saliendo. 

 

Manualidad PotosíPese a que ya han transcurrido 500 años desde que en el siglo XVI los españoles descubrieron que aquella montaña era, literalmente, una mina, hoy en día se continúan descubriendo nuevas vetas. Camiones rebosantes de plata, estaño y zinc salen diariamente de las faldas de la montaña.  Su destino resulta, en términos metafóricos, incierto, pues esa fertilidad de la piedra no se traduce en una rica Potosí, ni siquiera en una rica Bolivia. De hecho, el departamento (división administrativa del país) de Potosí es el más pobre del país, mientras que el Estado Plurinacional es el territorio con el Índice de Desarrollo Humano más bajo del Cono Sur de América. 

 

La causa de este tremendo contraste parece radicar en el bajo porcentaje de regalías (ingresos que se queda el Estado a cambio de la explotación minera) que establece la ley minera: sólo un 3%. El resto de los beneficios van a las cooperativas de mineros, para quienes la seguridad de sus trabajadores y la explotación sostenible de los recursos quedan eclipsados por el brillo de la plata que día a día recogen. Así, los estudios geológicos brillan por su ausencia y las detonaciones casi sin control en busca de la próxima veta son práctica habitual. Esto está cambiando incluso la fisionomía de la propia montaña, que ha sufrido ya varios derrumbes y se está hundiendo a razón de 0,3 milímetros por segundo, según un estudio del Instituto Geográfico Militar.

 

No solo Cerro Rico se muere; con él, decenas y decenas de mineros (al menos 60 personas en 2022, según fuentes oficiosas) pierden la vida en sus ahuecadas paredes. Derrumbes, caídas, accidentes con la dinamita e intoxicaciones por el monóxido de carbono producido por las explosiones son las causas principales de estos percances.   Con tan duras condiciones laborales y ante semejante riesgo, toda ayuda es poca. Por eso, todos los mineros sin excepción mascan hojas de coca -o pijchar, como se dice localmente-. El jugo que extraen de la planta les permite estar alerta, ignorar los rigores del sueño o el hambre y enfrentarse a maratonianas jornadas laborales. Para esto último tienen otro verbo que no hace falta explicar: venticuatrear.

 

Se calcula que unos 20.000 trabajadores suben a Cerro Rico para adentrarse en la mina. Si se consideran a las familias que dependen de ellos y a toda la actividad económica que gira en torno a la mina (de hecho, hay un mercado minero en el que los operarios pueden adquirir todo tipo de herramientas), no es descabellado afirmar que la mitad de los 250.000 habitantes de la ciudad de Potosí dependen, directa o indirectamente, de la montaña. 

 

Alberto, beneficiario del programa ÁgoraLa mina es tan omnipresente en Potosí que también es una causa de discapacidad visual. Las ya mencionadas precarias condiciones de seguridad sin duda conducen a ello. Durante la última visita a Potosí de la Fundación ONCE América Latina (FOAL) en su trabajo de cooperación con las personas ciegas de América Latina, conocemos a Alberto, que perdió la vista en la mina. “Estaba con el taladro y, sin darme cuenta, perforé un cartucho de dinamita que alguien del turno anterior se había dejado olvidado. El cartucho me explotó en la cara y salí despedido hacia arriba”, relata. 

 

Siete años después, Alberto ha cambiado el polvo de la montaña por la harina, y el aire irrespirable de la montaña por el olor a pan recién hecho. Después de su paso formativo por el Programa ÁGORA de inclusión laboral de FOAL, ejecutado en Potosí por la Pastoral Social Cáritas Potosí y cofinanciado por Cáritas Española, Alberto se formó en panadería y pastelería. Ahora está en proceso de abrir su propia panadería.

 

Al llegar a la ciudad, Alberto nos cuenta con emoción este nuevo proyecto vital mientras nos enseña el horno y la amasadora con los que, en el garaje de su casa, da forma a su futuro y al de su familia. Por suerte, llegamos en buen momento para probar su pan recién salido del horno. Estas vetas de harina y levadura no son plata, pero también valen un potosí y garantizan el futuro a otra persona con discapacidad visual. Es sólo uno de los múltiples ejemplos recientes de la labor de FOAL estos últimos 25 años en América Latina. 

 

Carlos Quirós
Técnico de proyectos de cooperación 
en la Fundación ONCE América Latina (FOAL)

Categorias: Internacional Discapacidad Accesibilidad Servicios sociales Educación y empleo

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Acerca de la ONCE

El compromiso de la ONCE es hacer realidad las ilusiones de miles de personas con discapacidad y de sus familias. Y todo ello (educación, empleo, accesibilidad, nuevas tecnologías, ocio, deporte...) lo logramos gracias a la solidaridad de la sociedad española que, día a día, año tras año, confía en nosotros, acercándose a los vendedores de la Organización y al resto de establecimientos autorizados para la venta de nuestros productos, conocedores de nuestra labor, sabiendo que, si nos necesita, en la ONCE y su Fundación, estaremos a su lado.

Y todo ello lo hacemos con la garantía de ser la única marca en España con el sello de Juego Responsable, con las certificaciones nacionales e internacionales más severas, y que sólo la ONCE ha alcanzado en el ámbito del juego, un aval más de la integridad de nuestra gestión.

Para más información: www.once.es