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Un niño ciego en mi clase de educación física

Para un profesor, cada año es una pizarra en blanco, ya que adaptamos el programa escolar a los grupos de alumnos que tenemos. El año pasado, fue uno de los más especiales y emocionantes que he tenido hasta ahora. Ya veréis.

A principio de septiembre recibí la noticia de que llevaría un grupo de 6º de primaria con 23 jóvenes, pero, además, en ese grupo estaba Manuel, un alumno con discapacidad visual, ‘¿Y ahora qué hago?’, es lo que me pregunté. Nunca había tenido una situación así y no sabía por dónde empezar.... La programación, las actividades... lo primero que pensé es en que tenía que hablar con la familia para que me contaran sobre Manuel y, además, en ese momento, supuse que contaría con algún apoyo en el aula.

Una de las primeras reuniones que tuve al respecto fue con la profesora de la ONCE de Manuel quien, después de ponerme en situación, me dio el contacto de su compañera, otra profesora especialista en educación física. Cuando hablé con ella, me dio unas orientaciones geniales que me ayudaron mucho para empezar y que apliqué durante todo el curso.

Me comentó que debía anticipar las actividades todo lo que pudiese porque de esa forma él se sentiría más seguro y favorecería su autonomía; que usara la voz como elemento de referencia y orientación; también que llevara un peto llamativo y me colocara en el mismo punto del pabellón tras cada actividad, para que Manuel me localizara mejor y de forma más rápida con su pequeñísimo resto visual; y que debía usar un lenguaje muy descriptivo.

Así que empecé a poner en práctica todas las pautas que me dieron los profesionales de la ONCE. Al principio fue un poco más difícil ya que, al ser las primeras veces, no sabía cómo adaptar del todo los juegos y, aunque Manuel disfrutaba de las clases, yo sabía que podía hacerlo mejor. Solo faltaba pulir algunos detalles.  

A lo largo de este año, se dieron diferentes situaciones que me han ayudado a aprender muchas cosas: hubo un día, por ejemplo, que encontré una noticia deportiva con la quería trabajar con ellos y no me di cuenta de transcribírsela a Manuel en braille; menos mal que él me dijo que podía escucharla con el ordenador, así que le mandé un enlace para que pudiera leerla y trabajar con ella junto a sus compañeros. ¡Qué despiste! Pero no me volvió a pasar, ¡de todo se aprende! Y la verdad es que Manuel me dio la solución.

Para mejorar, en octubre, decidí apuntarme a la formación específica que ofrecen en la ONCE con el título “Podemos y debemos hacer deporte” y saqué un montón de ideas para poner en práctica. Además, nos hablaron de distintas formas de igualar las condiciones de todos, conceder poderes o cambiar el rol para otras actividades muy interesantes. También hicimos un ejercicio en particular que nos ayudó mucho a todos, que fue ponernos en la situación de los alumnos con discapacidad visual, ¡eso nos ayudó mucho a comprender como adaptar los ejercicios!

También adapté muchas actividades que nos mostraron allí, como las adaptaciones del juego de los 10 pases, que luego me sirvió para muchos otros, para que Manuel participara activamente. En concreto, la adaptación consistía en que un compañero/a le hace de guía y se hacía uso de la regla del stop. La verdad es que era muy sencilla: Si Manuel recibía el balón, tanto su pareja como él, tenían que gritar palabra “stop” y al momento, todos debían pararse inmediatamente y permanecer en su sitio, sólo un compañero/a de su equipo lo llamaba con la voz para que él le pasara el balón. Y en ataque, si cualquiera de la pareja toca al oponente que posee el balón, éstos perderían la posesión del mismo.

Al final del primer trimestre, la profe de Educación Física de la ONCE vino a una de las sesiones para conocer la evolución de Manuel y pudo ver como cada vez estaba más cómodo y cómo yo cada vez tenía más ideas para adaptar los ejercicios. En esa sesión, la profesora de la ONCE se fijó en la iluminación del gimnasio. La verdad es que esto es algo que yo ya había detectado y a la hora de dar clase solo usaba la zona izquierda del pabellón para evitar los deslumbramientos por la mañana, con el sol entrando directo. Inmediatamente, propusimos un plan para presentárselo a la Dirección del centro y pudimos conseguir que la Iuz sea más uniforme y pudiéramos aprovechar todas las zonas. Lo cierto es que es algo que nos afectaba a todos, así que, gracias a la profesora de la ONCE y a Manuel, ¡todos ganamos!

En el segundo trimestre tocaba iniciación al baloncesto y volví a leer las premisas que nos dieron en el curso sobre la adaptación del material: móviles más blandos, más grandes y lentos, con contraste y/o sonoridad. ¡Ya era una experta! Manuel pudo hacer las clases como todos sus compañeros, solo tuve que usar el balón de baloncesto sonoro, ya que vi que se manejaba bastante bien con el bote por otros juegos que habíamos hecho; y le coloqué el cuadro de la canasta en negro para que hiciera más contraste, ¡fue un éxito!

Pero este año no solo aprendí a adaptar las actividades de clase, descubrí el goalball, un deporte con el que además de poder trabajar todos los conceptos, se trabajan otras capacidades que en otros deportes no tienen la ocasión de desarrollar, y nos gustó tanto que lo incluimos en el programa escolar como el deporte colaboración-oposición de cancha dividida.

La verdad es que, haciendo memoria del curso, me doy cuenta de todo lo que hemos conseguido y hemos aprendido con Manuel, tanto los alumnos como yo... Por ejemplo, para que pudiera participar en la colocación y recogida del material, sus compañeros empezaron a dejarlo todo en su sitio bien colocado y aprendimos sobre sensibilización e inclusión, ya que en los recreos jugaban a alguna de las actividades que les propuse en clase. El que más les gusto fue el del submarino, con el que todos aprendimos que las personas con discapacidad visual necesitan más tiempo, que el ruido molesta mucho y que las indicaciones deben ser claras.

Menos mal que las profesionales de Educación Física de la ONCE me ayudaron a ver que las cosas no son tan negras y convertirlo en un curso genial. El miedo y la incertidumbre que tenía al principio de curso desaparecieron y, finalmente, fue mucho más fácil de lo que me imaginaba.

Irene Gesto Dono

Maestra especialista en Educación Física en el CRE de Pontevedra

(Extracto de la valoración del desarrollo del curso escolar realizada por Eva, profesora de Manuel)

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Y todo ello lo hacemos con la garantía de ser la única marca en España con el sello de Juego Responsable, con las certificaciones nacionales e internacionales más severas, y que sólo la ONCE ha alcanzado en el ámbito del juego, un aval más de la integridad de nuestra gestión.

Para más información: www.once.es